Hace 100 años, el 6 de junio de 1925, llegaban a Tucumán José Würschmidt y su esposa Leonor Schmidt. Él había sido contratado por la todavía adolescente Universidad Nacional de Tucumán para organizar, desde sus cimientos, el Laboratorio de Física de la Facultad de Ingeniería. Dejaban atrás un mundo derruido desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Ella había sido institutriz en la Corte de los Habsburgo en Viena durante el conflicto, hasta 1918; y él, que había estado a cargo del Laboratorio Climatológico en Constantinopla entre 1916 y 1918, desde 1921 se había desempeñado como jefe del Laboratorio de Física en la fábrica Krupp de Essen.

Un remanso

Ese mundo de cortes y de imperios había cambiado. Alemania vivía el drama de la posguerra con todas sus secuelas: recesión, desocupación y una devastadora hiperinflación de la república de Weimar (1921-23). La invitación para integrarse a la Universidad fue un cambio total. Leonor cuenta en sus memorias (inéditas) que ella ya había oído hablar de Argentina a sus 15 años, en 1905. Su padre, el médico rural Robert Schmidt, le comentó que el argentino Carlos Saavedra Lamas había sido nombrado presidente de la Sociedad de las Naciones. “Estos argentinos son muy buenos diplomáticos, y me parece que es la nación más progresista de Sudamérica”, le dijo. Y en esa nación estaba Tucumán, lugar pequeño y lejano que vivía la euforia de la Generación del Centenario, que estaba construyendo desde fines del siglo XIX una identidad hacia un futuro prometedor. La producción azucarera era eje de la industria argentina y traccionaba todas las actividades de la provincia. Dejar atrás una Alemania que durante las dos décadas siguientes se hundiría en la peor de las oscuridades por una Argentina que se desplegaba generosa como un remanso era prometedor. Los Würschmidt tal vez no lo sabían, pero venían a quedarse para siempre.

El artífice de este contrato fue el primer rector de la UNT, Juan B. Terán, que había proyectado una casa de altos estudios enfocada hacia el progreso del Tucumán de principios del siglo XX, que no fuera una “fábrica de abogados o de médicos”, ni de “diplomados sin destino”, sino de “hombres aptos para interpretar científicamente los fenómenos de nuestra producción y de nuestra riqueza”, cuenta su ex alumno Orlando Bravo (1). Terán, “con la aguda visión de que la Facultad de Ingeniería no podría formar buenos ingenieros sin una sólida base en Física, buscó asesoramiento en el doctor Richard Gans, físico alemán contratado por la Universidad de La Plata como director de su Instituto de Física”, añade otro de sus alumnos, Félix Herrera (2). Gans le aconsejó publicar un anuncio en las prestigiosas revistas científicas alemanas “Annalen der Physik” o “Zeitschrift Für Physik”, en las que José Würschmidt ya había publicado 71 trabajos, la mayor parte de ellos resultados de sus investigaciones en el campo de la Física experimental. El anuncio de la UNT ofrecía un contrato por dos años para un físico, para el que él se postuló. El 10 de abril de 1925 se publicó en LA GACETA que el matrimonio había salido rumbo a Argentina y dos meses después llegaba con sus tres primeros hijos, Robert, Germán y Enrique. En Tucumán nacerían otros tres: Pedro, María Cristina y Ana.

JUNIO 1950. A 25 años de su llegada a Tucumán.

Llegaron en un invierno duro y se instalaron primero en el hotel Plaza y luego en una casa de calle Catamarca al 800 (donde hoy está la sede de la UCR), sin hablar una palabra de castellano. José, probablemente –como él mismo aconsejaría después a todo extranjero- llevaba su diccionario de bolsillo para decir las palabras exactas. Así lo relata Orlando Bravo, que señaló que conocía nueve idiomas, desde el griego y el latín hasta el turco. Ya afincado en la Universidad, pocos meses después compraría una casa de campo en Yerba Buena, ubicada en la avenida Solano Vera cuarta cuadra, junto a la estación del tren que comunicaba esa localidad con la Villa Muñecas. Más tarde, con los hijos en edad de estudiar, se instalarían en el centro capitalino, sobre calle Laprida al 700.

Los años previos

Leonor Schmidt, nacida en 1890, era hija de un médico rural de Burgebrach, cerca de Bamberg. Allí, en su adolescencia, estudiaría como interna en un colegio de “Damas Inglesas” y luego, a los 18 años, en 1908, para aprender bien el francés, fue enviada como pupila a un exclusivo colegio religioso francés (el “Abbage aux Boix de París”, que funcionaba en el exilio en Bélgica porque había sido prohibido en Francia). Luego, en 1913, se postuló para el cargo de institutriz de los hijos de la princesa de Salm, nietos del archiduque Federico (primo del emperador Francisco José), en la Viena imperial de los Habsburgo. En esa tarea pasó los años de la guerra y regresó en 1918 a Bamberg. En 1919 conoció a José Würschmidt .

José Würschmidt y el nacimiento de la Física en Tucumán

Él, nacido en 1886, hijo único del médico August Würschmidt, de una familia de la zona de Baviera en las ciudades de Bayreuth y Erlangen, estudió Filosofía en Munich y cursó dos semestres de Física Experimental con Wilhelm Roentgen, laureado en 1901 con el premio Nobel de física por su descubrimiento, en 1896, de los rayos X. Regresó a Erlangen, en cuya universidad era director del departamento de Física Eilhard Wiedemann, de gran prestigio por sus investigaciones sobre las descargas eléctricas en tubos de gases enrarecidos. Fue su ayudante y bajo su dirección se doctoró a los 23 años. Luego fue profesor en Erlangen y durante la guerra, entre 1916 y 1918, fue contratado como jefe de sección en el Instituto Climatológico de Turquía, aliada de Alemania en la Primera Guerra.(2)

“Misionero de la Física”

El contrato en Tucumán era por dos años, para poner en marcha el primer Laboratorio de Física de la Universidad. Todo el equipamiento, incluidos el anfiteatro y el mobiliario del director fue adquirido en Alemania. Fue embarcado en Hamburgo y enviado a Buenos Aires y de allí por ferrocarril a Tucumán. Würschmidt fue el responsable de disponer el ensamblado y montaje de las piezas, cuenta Bravo, que describe que el laboratorio era muy completo y que el anfiteatro, con grandes armarios repletos de aparatos y maquinarias, era una réplica del existente en la Universidad de Munich en el cual Roentgen había dictado sus clases de Física Experimental. En este anfiteatro tucumano, “sobre una repisa ubicada en la pared oeste, la cabeza de Isaac Newton parecía expectar desde su Olimpo, las atrapantes mostraciones de la Física”. Bravo, que calificó a Würschmidt como un “misionero de la Física”, relata que, fuera de sus actividades en la Universidad que desarrollaba en horas de la mañana, por la tarde permanecía en su gabinete cinco horas en promedio, donde se refugiaba en sus trabajos y especulaciones que daba a conocer en publicaciones. Escribiría 150 trabajos que publicó en las revistas especializadas y en el Instituto de Física. Publicó un libro de Física experimental y otro de Física teórica, y tradujo otros como el del premio Nobel de Física de 1946, Percy Bridgman, titulado “Dimensional Analysis” (2). Herrera relata que también organizó los “Coloquios de Física”, pequeños seminarios novedosos en el medio universitario, y que tuvieron activa participación en las instituciones culturales locales como la Filarmónica y la Biblioteca Sarmiento, donde dictó numerosas conferencias.

EN LA UNIVERSIDAD. Würschmidt, en plena tarea.

“La mejor caracterización que se podría hacer de su personalidad es ésta: fue el primer profesor extranjero de la UNT que tuvo jerarquía científica y la solidez cultural que antaño solían tener los profesores de las grandes universidades europeas”, dice Herrera (2). “Sus clases de Física de primer año eran un modelo de claridad, orden y ponderado equilibrio entre la explicación teórico-matemática de los fenómenos físicos y mostración experimental con el amplio instrumental de su laboratorio que, en su época, fue uno de los mejores del país”. Herrera rememora en su semblanza de 1996 “aquella clase de Mecánica Racional en la que inició la explicación de la teoría de gravitación universal. Elevó su mirada al genial físico y como saludándolo, con reverente admiración, dijo: ‘¡El Gran Newton!’ “.

Meteorología y Beethoven

En la casa de Yerba Buena, donde pasaban los feriados y domingos, había instalado un observatorio meteorológico cuyas observaciones complementaba con otro que se encontraba en Villa Nougués a los 1.350 m. Fruto de esas observaciones es una publicación de 1937 sobre “Estudios meteorológicos 1ª parte”, cuenta Bravo. “Ese ritmo asumido desde que pisó tierra tucumana no experimentó grandes alteraciones durante 25 años. ‘Primero la obligación, después la devoción’ “, añade. (1)

Los viernes en esa casa de Yerba Buena recibían visitas de profesores y figuras de muy distintas actividades, según relata el doctor en Física Augusto Battig, que lo rememora en las “Evocaciones” de Dardo Nofal en LA GACETA (4). “Se sentaba al piano y el científico se convertía en un apasionado y pulcro intérprete de Beethoven; se hablaba de filosofía… se comentaban obras literarias y él tenía el análisis lúcido de quien leyó a fondo; se conversaba de religión y Würschmidt, que era un católico militante, desgranaba su conocimiento y dominio absoluto de un tema tan vasto y tan difícil. En fin, fue un hombre que enseñó… pero vivió para aprender”.

Él volvería en dos ocasiones a Alemania. Una, por encargo de Juan B. Terán, para gestionar un busto de Alexander von Humboldt para montar en el Rectorado; otra, por razones de familia. En esta última visita, al ver el derrotero que seguía su país natal con el avance del nazismo, renunció a los vínculos con Krupp y renovó el contrato con la UNT. Nunca más volvería.

Leonor Schmidt, por su parte, desarrolló en Tucumán diversas actividades como la fundación de la Sociedad Amigos de la Música; escribió comentarios musicales en “Norte argentino”; en la Facultad de Filosofía fue docente de Alemán desde 1937. En su edad madura, fue promotora del rescate de las Ruinas de Lules.

En la familia Würschmidt siempre se mencionó el vínculo que José hacía entre la Física y la filosofía y la religión. Adolfo Rovelli, un profesor humanista que había actuado con Juan B. Terán en los comienzos de la Universidad, lo caracterizó por esa combinación entre la física y la filosofía, según relató Diego Pró (3). “Würschmidt era un humanista, además de un gran físico. Una vez le pregunté: ‘¿qué es lo que puede darle altura a la universidad?’. ‘La filosofía’, me respondió. ‘Donde no hay filosofía, no hay más que técnicas, técnicas y técnicas. La filosofía renueva el ambiente con ideas nuevas’. Era un gran profesor. ¡Gran matemático! En sus conferencias, a medida que hablaba, desarrollaba las fórmulas matemáticas con una rapidez que pasmaba”. Y añadió: “Escribía en griego y en latín, y poseía una gran versación musical. Católico, catolicísimo. Un fratre ora. Llevaba siempre en el bolsillo una libretita con sus datos personales y de su comunión. Siempre estaba preparado para el gran viaje. Era un sabio auténtico y habría que estudiar su interesante personalidad”.

Fue profesor, decano de Ciencias Exactas y miembro del Consejo Superior de la UNT. La muerte lo sorprendió en julio de 1950, a sus 64 años, en la casa de Yerba Buena. La Universidad suspendió ese día todas las actividades, declaró tres días de duelo con bandera a media asta y fue velado en capilla ardiente en la Facultad de Ciencias Exactas. Acaso como una premonición, se había despedido esa mañana de sus alumnos, cuenta Leonor Schmidt en sus memorias: “Esta era nuestra última clase, les quiero recomendar que tienen que estudiar en serio y recuerden mis palabras de despedida: no aprender para los exámenes, sino para la vida”.

Citas

1-“José Würschmidt: el hombre y misionero de la Física”. Orlando Bravo, Encontro de Historia da Ciencia, Río de Janeiro, Brasil, 2001.

2-“El doctor José Würschmidt. Una semblanza recordatoria”. Félix E. Herrera. Suplemento Literario de LA GACETA, 1/12/1996.

3-“Hombres del Norte: el Dr. Adolfo Rovelli”, Diego Pró. Revista de filosofía “Notas y comentarios”, Universidad Nacional de Cuyo, 27/10/1954.

4-“Evocaciones”, Dardo Nofal. LA GACETA, 23 /11/1980.

Agradecemos a Carlos y Mónica Würschmidt, y Pablo Sylvester, nietos de José W. y Leonor S.